miércoles, 25 de noviembre de 2009

Bajo la luna del vampiro- 1º Capítulo

Capítulo 1- Comienzo

En un club del extrarradio llamado "Libertad", la música inundaba la sala. Un club en el que solían poner Ac/Dc o My chemical romance, y no el típico Pop que pondrían en los 40 principales. Allí se concentraban los jóvenes en una pequeña fiesta. Entre ellos se encontraba Erika, una joven de 15 años, con su corta melena castaña y sus verdes ojos. De fondo podía oirse "Vampires will never hurt you", cuando empezó a sonarla el móvil. Miró la pantalla de aquel pequeño aparato.
"Qué raro.." pensó para sí misma mientras daba un suspiro de resignación.
-Hola mama, ¿qué pasa?-.
-Hola cariño, ya es tarde, así que ya vamos para ya, en diez minutos estamos ahí, ¿de acuerdo?-.
-Sí mama, estaré en la puerta esperándoos- Erika sabía que era estúpido intentar convencerla de quedarse un poco más en la fiesta, cuando ya había cogido el coche e iba a recogerla ya.
-Espero que te lo hayas pasado muy bien cariño, ahora me lo cuentas todo ¿ok? besos, hasta ahora-.
-Hasta ahora...- colgó el móvil y lo guardo. La fiesta para ella había acabado sin poder remediarlo. Su madre, Maite, era una mujer que vivía exclusivamente para ayudar a su familia, se preocupa tanto por sus hijos que muchas veces conseguía que Erika se pusiera de los nervios con ella, por culpa de lo protectora que era. Pero con el paso de los años Erika consiguió acostumbrarse a ella, al fin y al cabo, eran madre e hija.
-¿Quien era?- la sobresalto una voz a su espalda.
-Era mi madre, que me voy ya, lo siento Alberto- se trataba de su mejor amigo con quien había ido a esa pequeña fiesta.
-¡Oh! entiendo, te acompaño a la salida- le puso su mejor sonrisa, como siempre hacia.
Así partieron los dos a la salida del local sin hablar ni una sola vez, hasta que al doblar la esquina apareció el coche plateado de Maite.
-Hasta mañana Alberto-.
-¡Sí! nos vemos mañana en el colegio, claro, adiós- y se preparo para darle dos besos de despedida a su amiga.
Cinco minutos después el coche se dirigía otra vez a la casa de la familia Alonso.
Erika dislumbraba el paisaje a través del cristal, mientras en su cabeza daba vueltas a todo. Esta vez solo había ido su madre a recogerla, mientras sus dos hermanos se habían quedado en casa. En esos momentos era en los que se hacía preguntas sobre donde estaba su padre, el que de un día para otro había desaparecido sin dejar rastro, sin dejar la más mínima pista de a donde podía haber ido. No tenía muchos recuerdos de él, aún era pequeña cuando había desaparecido y desde entonces su madre había luchado por sacar adelante a sus tres hijos. El tío de Erika, hermano de su padre, les daba parte de su sueldo para ayudarles. Y así, Maite se había convertido en una madre extremadamente preocupada por sus tres hijos, lo único por lo que ahora vivía, el legado que le había dejado su desaparecido marido. Erika odiaba a su padre por haber desaparecido, por haberlos dejado solos a toda su familia, en su cabeza algo la decía que su padre seguía con vida, fuera donde fuera. Por otro lado, su hermano David había asumió el papel de hombre de la casa, como solía decir, pero todavía seguía siendo un niñato, pensaba Erika. David tenía 17 años, dos más que Erika y seis más que Charlie, el pequeño de la familia. Charlie no tenía ningún recuerdo de su padre, solo tenía dos años cuando sucedió el fatídico acontecimiento.
-Ya hemos llegado- la voz de su madre la sacó de sus ensoñaciones... como siempre hacia.
-Eh... a si...-
-Bájate y me esperas mientras guardo el coche en el garaje-.
-Claro- la voz de Erika fue tan débil que su madre casi no consiguió oírla.
Allí estaba, delante de aquel edificio de Madrid, en cuya tercera planta, se encontraba su casa, su habitación... su cosas... su vida...
Sonrió al mirar hacia su casa, cuando oyó al puerta del garaje al abrirse.
-Subamos a casa estoy cansada- dijo a su madre impacientada.
-Claro cariño-.
Así las dos subieron por el ascensor hasta su pequeño hogar.
-¡Ya hemos llegado!- gritaba Maite mientras entraban.
-Genial ahí que ir a por las hamburguesas- sonrió David.
-Ir tu, y tu hermana a por ellas mientras Carlos y yo ponemos la mesa-.
-Ok mama- dijo David mientras se dirigía a coger dinero para pagar las hamburguesas.
-De acuerdo- fue el único comentario que dijo Erika, como siempre poco habladora.
-Vamos canija- dijo David a Erika mientras la cogía del cuello con el brazo.
-¡Qué me ahogas! ¡Serás bestia!-.
David estalló en una gran risotada
-Pero que débil eres canija, ¡si te quejas por nada!-
-¡David! deja a tu hermana e ir a por la cena-.
-Si mama...-mientras decía estas palabras, lanzaba una mirada desafiante a su hermana pequeña, mientras ella le sacaba la lengua con descaro.

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