miércoles, 7 de julio de 2010

Historia de guerra...

Esta es una historia que hice hace tiempo, sin ser de terror, espero que os guste.

Hubo una guerra en la antigüedad que separo aun joven y dulce amor. Él fue el caballero más valiente que hasta aquel día, esas tierras habían conocido. Ella, una joven campesina que trabajaba día y noche en los cultivos de aquella ciudad. La batalla más grande e importante del siglo tubo lugar y en medio de esta, dos jóvenes y miles de sentimientos. Un triste adiós se dijeron y sus caminos allí se separaron.
Cuentan que ella no derramó ni una sola lágrima, ellas no iban a decidir el destino de su amor, cuentan que todas las mañanas a las colinas iba para descubrir si su amor volvía a casa, o por el contrario, el cruel destino yacía sobre él, acechando sobre una capa, esperando el momento, esperando el fin, el instante de destruir una vida y miles de sentimientos, de recuerdos, de sueños. Los días pasaban y un viejo árbol servía de compañero a la joven en lo alto de una colina. Con la mirada perdida y el rostro sereno, en un silencio frío, pasó los días.
Cuentan que él no miro atrás, eso no le haría retroceder hasta su hogar, cuentan que su espada fue la más temida y sus ojos, los más fríos. Caliente como el hielo y frío como el fuego, lucho firme, sin descanso, sin miedo, con el corazón y la mente en otro mundo, en otro tiempo y con otra persona, así, pasó los días.
La dulce mañana fresca que anuncia el despertar de un día nuevo, volvió a asomarse una vez más, sobre aquel lugar. La joven campesina alcanzó la cima de las colinas como había hecho esos últimos días. Su corazón latía más de lo normal, sentía que el momento se acercaba. Un grito ahogado simbolizo su sorpresa el encontrarse con otras jóvenes del pueblo allí arriba. Algunas la miraron con lágrimas recorriéndoles la cara, otras simplemente, miraban aquel desolador paisaje, esperando que lo que veían sus ojos, no fuera más que una mera ilusión.
Fuego, simplemente fuego. La lucha debía de haber acabado con aquel silencioso incendio. Las tropas del pueblo se veían a los lejos con grandes perdidas. Nadie hablaba, únicamente miraban al horizonte arrogando lágrimas, esperando que la persona la que esperaban estuviera pensando en ella mientras regresaba a casa.
El corazón se paró, su sangre dejo de correr por un único momento y en sus ojos, una única visión, la silueta de aquel joven el que tanto había amado. En su mente rondó un pensamiento, un pensamiento que sonó con la voz de él: -Adiós estrella-.
-Ya no te tengo que esperar ¿verdad?- su voz sonó con un tono de nostalgia, melancolía y con una dulzura que nadie, pudiera haber creído que existiera.
La mayoría de la gente allí concentrada se giró para ver quien había pronunciado aquellas palabras.
La joven avanzó entre la gente que la observaba con aire de tristeza, con lágrimas en la cara, con el corazón en un puño, con unos nervios que nunca antes habían sentido. Ya delante de aquella multitud, volvió a hablar después de ese largo tiempo.
-Algo me dice que ese que mira entre las llamas, con una sonrisa en la boca, mientras el calor del fuego borra su existencia en estas tierras, es él- en su voz solo pudo reconocerse esa dulzura con la que antes había hablado. Ni un ápice de tristeza, ni un resquicio de ira. En su mente la imagen del joven, en sus labios una sonrisa, en su corazón una agonía y en sus ojos, un cruel final al que no podía llamarse destino.

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