jueves, 30 de septiembre de 2010

¿Puedes verlos?

Bueno después de mucho tiempo sin publicar, os dejo una historia que le escrito a una persona a la que quiero mucho y bueno, es su regalo de cumpleaños ^^.

¿Puedes verlos?

Era una noche fría de septiembre, y el cielo se cubrió de sombras. El viento acariciaba las hojas de los árboles de Madrid.
En aquella dulce noche, Alberto había decidido salir a dar una vuelta solo para intentar ver las pocas estrellas que el sucio cielo de ciudad le dejara contemplar. Sin dirección fija, caminaba solo guiado por los pensamientos que le rondaban en aquel momento.
Sumido en sus pensamientos no reparaba en lo que le rodeaba… hasta que un viento helador le hizo reparar en la presencia que tenía delante de él.
Una joven de largos cabellos cobrizos estaba delante de él, completamente quieta y mirando en dirección opuesta a Alberto.
-¿Puedes verlos? Mis ojos brillan porque estoy aquí fuera, en el otro lado de un espejo negro de un sueño, y soy feliz, es difícil de entender aunque este incompleta…-.
El joven no supo que contestar, simplemente se quedó mirando fijamente la figura de la joven, como si esas palabras le hubieran hechizado y ahora no puedes si caminar.
Entonces, fue cuando la joven se giró… y le mostró una hermosa sonrisa. Sin duda aquella desconocida era extremadamente guapa. Tenía una tez pálida y unos ojos extrañamente lilas.
Sus ropas parecían sacadas de una obra de teatro ambientada en la Edad Media o eso pensó Alberto.
Mientras el joven seguía mirándola, ella caminó lentamente hacia él.
Cuando por fin se encontraron cara a cara, Alberto no podía dejar de mirar a la joven, la cual mostraba una hermosa sonrisa.
-Gracias a ti…- dijo mientras le acariciaba la cara- estaré completa- entonces fue cuando se acercó más al joven, terminando por juntar sus labios con los de él…
En aquel momento el joven no supo decir que ocurría… notaba a su alrededor un aire atroz, como si estuviera en un huracán y se encontrase volando, pues notaba el suelo bajo sus pies.
Delicadamente la joven aparto sus labios de los de Alberto y así, la extraña sensación terminó.
Sin decir una sola palabra, la chica agarró de la mano al joven y empezó a correr.
-E… ¡Espera! ¡A donde me llevas!- gritó Alberto mientras se daba cuenta de lo que había pasado.
Ya no estaba en Madrid, se encontraba en mitad de un bosque completamente desconocido. La noche se cernía sobre ese lugar desconocido, y una luna roja coronaba el cielo.
Por fin, llegaron a lo que parecía su destino. Un rincón al pie de una hoguera rodeada por lo que parecía una danza embrujada por una especie de hadas.
-Me llamo Luna, bienvenido a mi reino, un lugar donde no se pone el sol y la luna gobierna sobre este mundo, un lugar donde la magia, como la llamáis en vuestro mundo, vive en cada rincón de este lugar.- dijo sonriendo enormemente.
Todo lo que rodeaba en ese momento a Alberto le parecía salido de un cuento de hadas para niños pequeños. Por un lado estaba radiante de felicidad después de ver cara a cara a todos aquellos seres con los que había soñado cuando era pequeño. Sin embargo todo aquello le abrumaba y en su cabeza solo rondaba una única frase: “todo esto no es real, es un sueño”.
Desde aquel momento el joven creía vivir un sueño, pero uno que le hacía feliz. Estuvo explorando aquel extraño lugar con Luna, bailo con las hadas e incluso pudo volar encima de un enorme dragón verde.
Todo era perfecto para Alberto, pero ni siquiera era capaz de acordarse de su familia y sus amigos.

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