domingo, 13 de septiembre de 2009

El escondite de Carolina- 2º parte

Aquí os traigo la continuación de este relato, el cual... solo acaba de empezar...

-Sa... sa... ¡sangre!- de mi boca nació un grito de angustia tan intenso como nunca antes se hubiera oído.
"¿Dónde está mi familia? ¿Cómo es que nadie ha oído nada? ¿Por qué nadie ha ido a ayudarles?" miles de preguntas se apilaban en una inmensa columna en mi cabeza, y ninguna tenía respuesta.
Corrí por toda mi casa, esperando encontrar algo... pero no hallé nada. Las lágrimas corrían por mis mejillas, el corazón me latía como nunca, mi cabeza no paraba de darme vueltas y el cuerpo me temblaba. Entré en mi habitación y la encontré intacta, como si allí no hubiera pasado nada. Deseé que solo fuera un sueño, que ni siquiera hubiera ido a la playa aún, que todo fuera una mala jugada de mi imaginación.
Pero no era así, todo estaba tan tranquilo que nadie podría haber imaginado que hubiera surgido un enfrentamiento hacía unos momentos.
Me quedé allí plantada, apoyada en el marco de la puerta, mirando el pasillo que conducía al salón. Repentinamente un escalofrío recorrió mi columna vertebral y con él, un mal presagio.
-Hola-
La sangre se me heló al oír esa dulce voz, procedente de dentro de mi habitación.
-Pe… pero quien...- no acabé la frase. Mientras pronunciaba esas palabras me fui girando con algo de torpeza hacia el punto del que provenía la voz…y allí estaba, una chica de mi edad, unos quince años diría yo, vestida con ropas oscuras, pelo largo y negro como el azabache, pero no era eso lo que más me inquietaba de ella, sino el hecho de que hubiera podido entrar en mi habitación sin que yo me diera y el hecho de que sus hermosos ojos fueran del color de la sangre.
-Me alegra conocerte. Me llamo Carolina, ¿y tú?- tenía una voz extremadamente dulce, la cual, iba a juego con se belleza, que prácticamente te hipnotizaba sólo con mirarla.
-Paula- dije sin pensar, como acto reflejo, algo que aún no me explico.
-Eres muy guapa, Paula- me dijo mientras se acercaba a mí con la delicadeza de una bailarina. -¿Sabes una cosa muy divertida?- se acercó más a mí, hasta que su boca se quedó a la altura de mí oído. -Yo he matado a tus padres, mi querida Paula- cuando pronunció esas palabras fue como si me matara a mí también. Esa frase todavía a parece en mis peores pesadillas.
-¿Qué...qué eres…?-.
-Um... Ésa es tu pregunta… ¿No me vas a insultar ni cosas así? ¡Qué aburrido!... Pues recibo muchos nombres... monstruo, asesina, inmortal, chupasangre...-
-Vampiresa- esta palabra la pronunciamos a la vez.
Seguíamos estando a la misma altura, pero no me atrevía a moverme.
En aquel momento, todas las preguntas que había tenido en la cabeza habían muerto, ya no existían, se habían borrado, las lágrimas que habían corrido por mis mejillas, ahora eran algo incorpóreo y ya no volverían a salir nunca más, e incluso mi corazón y mi respiración se normalizaron. Estar al lado de esa tal Carolina me hacia tranquilizarme, relajarme, y ese algo hacía que me gustara estar al lado de ella, aunque mis verdaderos sentimientos fueran de odio y miedo.

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