viernes, 5 de febrero de 2010

La estirpe de Lilith- 1º parte

Bueno, una vez más, os traigo una de mis historias. Esta vez, quizá el comienzo os pueda recordar un poco a la historia "El escondite de Carolina", pues e de admitir que ese comienzo me gusta. Esta historia estaba pensada para un concurso. Al no resultar ganadora os la dejo para que me deis vuestra opinión.

Las lágrimas de la luna inundan nuestro mundo sin que nos demos cuenta, mientras la luna, sigue su llanto sin fin. Un llanto frío y solitario, nacido a causa del triste destino de la magia…
Mucha gente no cree en el destino, se niegan a pensar que su vida está escrita en algún lugar y ellos no son capaces de cambiarla. Otros, no creen en la magia, ven absurdos los cuentos de hada, y solo creen en lo demostrable por el hombre. Por el contrario, todavía hay gente que cree en estos hechos, por desgracia, la mayoría son tomados por locos o, simplemente, no lo admiten públicamente.
Ahora yo pregunto, ¿locos? ¿Por qué?, ¿por creer en algo que creíamos todos de pequeños y misteriosamente, dejó de ser verdad con la edad? Realmente lo que intento buscar es la respuesta de por qué dejamos de creer en lo más hermoso de la vida, la magia… Yo voy a ser sincera, y creo en ella. Es algo que ha habido desde los principios de los tiempos, y no me refiero a la magia de la creación o la de los Dioses, sino a la de los seres como los vampiros, duendes o licántropos. Esas historias que poseen todas las culturas, en tiempos en los que entre ellas no se comunicaban. Me gusta ese dato, puede que solo sean historias para atormentar a los niños, pero se crearon a la vez, en distintos sitios del planeta, sin que estuviesen comunicados entre sí, historias de algo aparentemente inexistente, etéreo, sin vida. Pero claro, yo no voy a intentar convencerte de la existencia de la magia, eso es algo que tienes que descubrir tú solo…
Esta es la historia de una joven niña, que un día, pudo vivir una gran aventura, pues aunque la gente no crea en la magia, ella sí lo hizo.
Esa joven niña de cabellos rojos como el fuego y verdes ojos como la hierba, nació en una familia rica de la ciudad de Madrid. Era una niña risueña, soñadora y humilde, pues aún pudiendo tenerlo todo, prefería no tener nada. Ella tenía grandes amigos a su alrededor que la hacían feliz, también poseía una madre encantadora. Pero de su padre nunca supo nada, pues aquel hombre, parecía que solo vivía para su trabajo.
A la joven niña no parecía importarle que su padre no estuviera con ella, ya se había acostumbrado.
Y, poco más podemos decir, excepto su nombre, Jessica.

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