miércoles, 10 de febrero de 2010

La estirpe de Lilith- 6º parte

El silencio hizo presencia poco a poco, mientras la joven seguía recitando las palabras. Cuando Jessica fue capaz de volver abrir los ojos, pues los había cerrado mientras pronunciaba el pacto, se encontró en un verde prado.
-Es… estoy muerta…- observó el prado con asombro, y vio que el cielo era de un rojo hermoso.
-¿De verdad aceptas el pacto?- la hermosa voz fue acompañada con la aparición de dos figuras.
Parecía que las palabras habían sido pronunciadas por una joven de aspecto siniestro. Su pelo blanco y sus ojos rojos llamaron la atención de Jessica. Al lado de la joven misteriosa, había un joven de pelo negro y unos ojos violetas sobrenaturales.
-Sí, acepto-.
-Debes saber, que quedaras ligada a nosotros por toda la eternidad- dijo el joven.
-Lo sé, y no me importa-.
-Si mueres, nunca podrás ir al cielo ni al infierno- dijo con tono áspero la misteriosa joven.
En aquel momento en la mente de Jessica apareció el recuerdo de los ojos de su madre, antes de morir.
-Me da igual, no podré volver a ver a mi madre, pero su recuerdo me acompaña… Tengo que vengar su muerte por ella, y romper las cadenas que me unen al sucio traidor de mi padre…-.
-Como desees bella joven- dijo alegremente el otro joven.
Al momento siguiente volvía a estar delante de la mecedora con el libro de “La estirpe de Lilith” en sus manos. Pero ahora era diferente… Ella era diferente… Notaba su nuevo poder correr por todo su cuerpo.
En ese momento no pudo evitar su poder, dejó el libro en la mecedora, y expandió su nuevo poder... Dos enormes alas parecidas a las de los murciélagos, salieron de su espalda, así como una fría cola. Ahora miraba todo de diferente manera, lo veía más nítido, y la oscuridad ya no era problema para sus ojos.
Mientras tanto, su padre, ajeno a lo que había pasado, seguía buscándola. Caminó por aquel frío lugar.
-Deja de esconderte…-.
Pronto se situó delante de la mecedora, que ahora se movía, como si alguien hubiera estado sentado en ella, y, encima suya, el libro mágico.
-Yo no me escondo- dijo una majestuosa voz detrás de él.
-Pero que…- el hombre se quedó alucinando cuando al girarse, se encontró con aquel súcubo, que había sido su hija.
Sin darse cuenta, soltó la pistola, cayendo al suelo con estrépito.
La figura que se encontraba delante de él, era la de su hija, pero ahora la veía como una mujer hermosa, la atraía con fuerza y quería tenerla solo para él, a pesar de sus dos enormes alas y la cola de súcubo.
-Te… ¿te gusta lo que ves?- dijo con malicia la joven.
Su padre, sin pronunciar palabra alguna, se acercó a ella, e, incluso, intentó besarla.
Jessica por su parte, dejó que lo intentara, pero cuando sus labios estaban a punto de tocarse, apartó su cara.
-¿Te gusta?- volvió a preguntar.
-Sí… me gusta… me gusta mucho-.
El súcubo cogió la cara de su presa con delicadeza y la colocó para que la mirara directamente a ella.
-¿Te gusta?- dijo mientras cogía las manos de su padre y recorría con ellas su esbelta figura.
-Sí…-.
Al oír la respuesta, Jessica estalló en carcajadas. El hombre absorto con la bella imagen que tenía delante, no se preocupó por la lúgubre risa que había soltado, la que hasta hacía unos minutos había sido su hija. La magia que ahora tenía la joven niña de nuestra historia, era tan poderosa que era capaz de embelesar a cualquier hombre con su simple presencia.
Deslizándose poco a poco, el súcubo acerco sus labios a los del hombre o, más bien, los de su presa. Y al fin, el hombre tuvo lo que más deseaba en ese momento, un beso del demonio que tenía delante.

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